Sumido en la desesperanza, la ciudad de Colón en la costa atlántica panameña hoy ve con estupor los acontecimientos. Reina el caos, la violencia y la incertidumbre. Sus viejos edificios son mudos testigos de un ayer memorable, hoy, solo ruinas que se caen, se incendian o son trampas de muerte para sus moradores. Repetidos gobiernos han prometido obras de infraestructura. Recuerdo que establecieron un impuesto al tránsito de mercancía proveniente de su Zona libre, dijeron que sería millones que se invertirían en soluciones habitacionales, luego vino el monumental proyecto de Colón 2000 el cual convirtió a esa ciudad en destino de cruceros. La realidad fue otra. Los turistas bajan, los montan en autobuses y se los llevan a otros lugares, más bonitos quizá y las ganancias de sus compras, bien gracias y usted.
La imagen de Colón contrasta con la imponente y moderna Capital con grandes y lujosas edificaciones.
Proyectos y programas, han sido muchos y variados, pero la ciudad sigue igual. Entre aguas servidas e inmundicia. La segunda ciudad per cápita más violenta en América. Esa es la realidad de Colón, es la realidad de una ciudad que muere lentamente.
Hoy proponen vender tierras de su Zona Libre y con ello -dicen- harán obras. Eso no se lo creen ni ellos mismos. Mucho menos en un año pre electoral en el que los partidos políticos gastan millones en propaganda. ¿Y qué hay de todos los años anteriores? ¿Porqué no se puede subir el canon de arrendamiento en lugar de vender sus activos?
La respuesta está en esa nefasta ley aprobada y que ha traído una semana de protestas en las calles, fuego, enfrentamientos, carcelazos, balas y por supuesto la inexorable... muerte. Solo que en todo esto, quienes sufren a veces son los inocentes, los que no tienen nada que ver con los conflictos. El primer muerto fue un humilde niño de 9 años con un balazo en el estómago.
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