JUSTO ALDÚ ©
Resulta fácil y a la vez difícil
escribir sobre la narrativa del laureado escritor colombiano GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ,
“EL GABO”. Fácil, porque es un autor sumamente conocido y galardonado con el
nobel de literatura; difícil, porque a pesar de ello, son muchos los críticos,
estudiosos y ensayistas. Tantos, que cualquier análisis u opinión, serían como
llover sobre mojado o un aporte repetitivo. No obstante, apostamos a que
nuestro enfoque pueda, a grandes rasgos, contribuir a conocer la génesis del
poder creativo en la narrativa y algunos aspectos histórico-políticos y
socioculturales de las obras de un maestro de las letras hispanoamericanas.
¿Quién no recuerda a la familia Buendía
de Macondo en 100 AÑOS DE SOLEDAD (1967),
todo un clásico de literatura contemporánea y lectura casi que obligada en
muchos centros de enseñanza en Panamá o CRÓNICA
DE UNA MUERTE ANUNCIADA, donde hace gala de una magistral prosa
refiriéndose a todos los incidentes que rodearon la muerte de Santiago Nasar?
Y es que la figura de éste autor es
señera a nivel hispanoamericano. Sobre él, hay abundante literatura, incluso
tesis doctorales y pasaríamos meses, sino años, leyendo y analizando las
mismas. Solo nos limitaremos a esbozar algunos puntos de vista de su mágica
prosa, identificada claramente como REALISMO
MÁGICO.
Antes de entrar en materia, voy
referirme a mi encuentro con el escritor en el hotel Miramar Intercontinental
de la ciudad de Panamá, justo cuando gozaba de una inmensa popularidad.
Ciudad de Panamá, años 90:
Todo era un hervidero en materia
cultural. Destacados pintores, escritores y artistas en general nos visitaban
constantemente. Luego de la férrea dictadura militar que finalizó el 20 de
diciembre de 1989 con la invasión de Panamá por las tropas élite de EEUU, se aceleró la tarea de reconstruir
todos los esquemas de la vida nacional.
Es que Panamá, como centro mundial de las rutas Norte-Sur es una escala
obligada para compañías aéreas y navieras. Esto, aunado al hecho de que es
reconocida por ser el centro financiero y de comercio internacional teniendo
como “marca de fábrica” una de las maravillas del mundo moderno, El Canal, han
hecho de ésta un paraíso atractivo para personalidades.
En aquel entonces yo escribía artículos
y crónicas para los diarios EL PANAMÁ
AMÉRICA Y LA PRENSA en mi tiempo libre. Entre trabajo y familia no me
quedaba mucho para mi afición. Entregando un artículo en la redacción, me
enteré de la llegada a Panamá del GABO. Era uno de esos viajes relámpago que
realizaba con frecuencia a ciertos países del área.
Confirmé la fecha con un amigo y me
propuse conocerle. Tenía que estrechar la mano del escritor que me había
deslumbrado con su clara y diáfana narrativa.
Ese día al concluir la jornada laboral,
tomé un taxi y me dirigí al hotel donde se hospedaba. No sabía si lo
encontraría, quizá estaría firmando autógrafos o no, pero por lógica la figura
de un escritor de ese nivel y renombre no permanece de espaldas a su público,
mucho menos pasa inadvertida. Bien podría estar cerca de la recepción o en uno
de los restaurantes del lujoso 5 estrellas. Sabía que entre las costumbres más
conocidas del GABO estaba la de tomar café y charlar.
Efectivamente, al entrar al hotel divisé
al novelista sentado en el restaurante Bay View a
la derecha del vestíbulo.
Qué suerte la mía –pensé-
Reía junto a dos personas. Uno de ellos
sostenía un celular grabando la conversación por lo que supuse que eran
periodistas. No me importó si interrumpía o no el diálogo y fui directo a su
mesa. A tan solo unos metros, un mesero con gesto desafiante me salió al paso
preguntando ¿qué quería?
-
¡Nada!
le respondí con mi conocido mal humor.
Por
dentro me decía: A preguntas tontas, respuestas tontas.
¿Qué
más podría querer con un nobel sentado en una mesa a cinco metros? ¿Matarlo?
Claro que no, un magnicidio de esa naturaleza no se comete sobre una figura
como el GABO, él no era un SALMAN RUSHDIE, que con sus VERSOS SATÁNICOS desató la ira del
Ayattolla y el mundo islámico esgrimiendo la tesis de que ciertos versos del
Corán contenían tintes satánicos por lo que se ordenó su asesinato. Gabo solo
era un buen escritor que con una narrativa mágica había hechizado a millones de
lectores y yo únicamente quería conocer al creativo que concibió MACONDO en “100 AÑOS DE SOLEDAD”,
escribió “LA AVENTURA DE MIGUEL LITIN
CLANDESTINO EN CHILE” “EL OTOÑO DEL PATRIARCA” y otras tantas; estrechar su
mano y de ser posible hablar con él.
El
mesero me invitó a alejarme o tomar asiento en otra mesa de una manera no muy
gentil. Claro que insistí, pero no había forma de convencer a ese mastodonte de
casi dos metros con una pequeña corbata de gatito que desentonaba sobre su
abultado vientre, así que por el bien de sus nudillos y el temor a una
desagradable discusión, me senté a tres mesas de distancia y pedí un café.
Confieso
que era difícil apartar mis ojos del personaje.
Pasado
unos minutos, al sentir que lo observaban, el escritor me dirigió una mirada
inquisitiva. Levanté mi mano para llamar su atención y fui correspondido de
igual forma. Me invitaba. Mis piernas temblaron, pero no dudé en caminar con mi
taza nerviosa a su encuentro.
Su
saludo fue como si me conociera desde hace mucho tiempo. Mientras tanto, el
mastodonte, que ya me venía pisando los talones, se detuvo y dio media vuelta.
Comprendió que había sido aceptado en la mesa del huésped importante.
No recuerdo las palabras exactas del
Gabo, pero he tratado de reproducirlas en mi mente tiempo después.
-
Mire
parce, espero que esté bebiendo café colombiano. Desde que llegué no han parado
de hablar del panameño, dicen que es el mejor del mundo, pero están
equivocados, el mejor es colombiano.
Una
risa acompañó sus palabras y fue secundada por los dos hombres en su mesa. Yo
únicamente sonreí. Mi interés no era el mejor café, sino uno de los mejores
escritores que ha parido Hispanoamérica.
De inmediato me preguntó qué se me
ofrecía. Una entrevista o venía por otro asunto.
-
Conocerle
y conversar con usted, respondí.
El
hombre me miró a los ojos de forma amable. Quizá reconoció en ellos mi
escondida afición con el bolígrafo, quién sabe, de seguro no era la primera vez
que escuchaba esa respuesta. Luego, con la sonrisa marcada debajo de sus
amplios bigotes y el acento costeño dijo:
-
Ah,
pos siéntese y vamos a compartir mientras me entrevistan.
Efectivamente, las personas eran
reporteros que a juzgar por sus preguntas no habían leído ni la mitad de los libros
del Gabo, tampoco sabían de su inclinación política y aunque no es tema de éste
escrito, lo cito porque suele suceder que el periodista no conoce el terreno
que pisa. En cambio, yo los había leído
todos, devoré con avidez cada página, cada letra, cada signo de puntuación de
sus novelas hasta quedar impresionado en grado superlativo con la mágica
narrativa de la celebridad de Aracataca. También era conocedor de sus opiniones
y posiciones (No significa que las comparta todas). Sabemos que con su REALISMO MÁGICO, marcó pautas
importantes en la literatura mundial.
Poco a poco la fuerte personalidad del
Gabo invadió la mesa y me dio confianza para departir sobre varios temas; y
aunque pasé dos horas realizado, hablé muy poco, aquel encuentro me dejó casi
mudo. Era mejor escuchar a la
controversial pluma del Magdalena.
Su discurso fue muy similar al de otro
grande de las letras: EDUARDO GALEANO.
Quien haya leído “LAS VENAS ABIERTAS DE
AMÉRICA LATINA”, sabe muy bien a lo que me refiero, solo que el GABO tenía ideas adicionales un poco
más actualizadas y matizada por las vivencias.
Gozaba de una memoria extraordinaria y
me dejó corto en mis comentarios.
-
Sé
cómo se siente en estos momentos. Me sentí igual muchas veces por distintas
causas. Hay ocasiones en que los hechos nos pasan por encima, pero déjeme
decirle algo, mejor que esté aquí y ahora, porque luego nadie se acuerda de los
muertos.
Esa
última frase del Gabo quedó haciendo eco en mi mente por mucho tiempo. Ya que
contiene una solapada verdad y a la vez un pellizco de mentira. De los muertos
todos se olvidan; no resucitan más que en la memoria y cuando eso sucede, están
vivos.
Algunas
veces nos acordamos solo de los vivos y nos interesa todo cuanto les rodea,
pero tener presente a una persona es mantenerla viva aún después de su muerte,
mucho más cuando ha dejado huellas imperecederas y GARCÍA MÁRQUEZ lo hizo.
Hoy
día, años después de aquel encuentro y a pesar que el Gabo falleció, nadie que lo
haya leído puede decir que al siquiera ver una de sus obras no recuerda el
exquisito sabor del novelista costeño, más vigente y vivo que nunca, así como
tampoco podríamos hablar de referentes literarios a nivel mundial sin
mencionarle.
En
el transcurrir de la charla algo me resultó curioso. Dijo que aún con los ojos
cerrados podía reconocer si estaba o no en el Caribe, de hecho hasta le
inspiraba escribir, cosa que no ocurría cuando estaba en otros lares. Esto lo
mencionó en varias entrevistas posteriores.
No
era un hombre distinto a otros, salvo por el extraordinario talento. Amaba su
tierra, su gente, sus costumbres, su tradición, el vallenato y por supuesto, el
“Junior de Barranquilla” a pesar de ser originario del Magdalena.
Hablamos
de forma somera sobre muchos temas hasta concluir nuestro café. La invasión de
Panamá, el llamado de mediación para iniciar conversaciones de paz en su
patria, la evolución de la literatura en la región y el compromiso social que
debe tener todo intelectual; éste último punto me recordó la carta abierta del
disidente ruso ALEXANDER SOLZHENITSIN
a la Unión de Escritores Soviéticos, directores de diarios, revistas, etc.,
donde el autor de ARCHIPIÉLAGO GULAG
escribía que:
“Una literatura que no es el latido de la
sociedad
contemporánea,
que no se atreve a revelar el dolor
y
los temores de esa sociedad, que no la advierte
a
tiempo de los peligros sociales y morales que
la
amenazan, no merece su nombre, porque no es
más
que una fachada. El pueblo pierde confianza en
ella
y en vez de leerla, la tira en la papelera” [1]
Nota: Algunos me han comentado que he sacado
de contexto éste documento, puesto que fue escrito en un momento especial. Sin
embargo las palabras del disidente ruso son claras y se explican por sí mismas.
Juzgue usted amigo (a) lector.
Por
supuesto, el Gabo tocó el tema de los
ataques y críticas en su contra. Le restaba importancia y aseguró que no tenían
fundamento, es más, muchos lo hacían para ganar notoriedad por ser un nobel de
literatura.
Pregunté
por la inspiración para sus novelas y tal como dije anteriormente, lo primero
era el Caribe, según creía, éste despertaba su pluma, lo segundo, las vivencias
matizadas por la creatividad. La tierra, entendiéndose por ésta, los pueblos,
sus habitantes, creencias, mitos, ritos, etc.
Aún
quedaba en el aire la gran incógnita sobre la forma de plasmar su narrativa.
Ahí lo supe, existen intertexturas y registros discursivos imaginarios. Él
mencionó conceptos que aclaraban la naturaleza de su arte narrativo a base de
patrones. La cultura, la memoria, la historia, la fantasía y la imaginación
producen formulaciones míticas que son características de su obra.
Los
minutos pasaron y el frio en el restaurante cuajó residuos de azúcar en el
fondo de mi taza. Era hora de partir y un hasta cualquier momento fue la
despedida junto a un abrazo. A pesar de las palabras, yo sabía muy bien que no
lo volvería a ver en persona.
Dicen
que un crítico es como un zarzal en una senda, que a todos los corderos que
pasan les quita un poco de lana. Yo no seré crítico y por ende no quitaré un
vellón siquiera al autor colombiano.
Sé
que éste encuentro es una de las dichas que me llevaré una vez concluya mi
camino.
Entrando
en materia, empezaremos por recrear el marco referencial.
Contexto histórico-político
Sabemos
que desde MARÍA (1867) de Jorge
Isaacs, con un tema lleno de romanticismo, la narrativa colombiana estuvo
difusa, si bien aparecieron algunas novelas con regular éxito, éstas no
resistieron por así decirlo la no preferencia del público y no fue hasta 1928
que apareció Carrasquilla con “LA MARQUESA DE YOLOMBÓ”, netamente
regionalista. No digo que haya ausencia de autores, de hecho se mencionan
Vergara y Vergara, Samper y Marroquín, pero fue Carrasquilla quien dio los
pasos más notorios. Entonces era la época del Modernismo y Nervo brillaba en México. En Colombia se tiene noticia de Vargas Vila, de triste recordación para
algunos por su beligerancia institucional.
Muchos
años después, el bogotazo dio un giro de 360º, fue asesinado Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de
1948. Todo éste fenómeno social se dejó sentir en la narrativa del Gabo y se
percibe el impacto del momento en cuentos y novelas de años posteriores.
Al
respecto, el autor nos dice que no ha escrito “novelas de violencia” primero
porque no lo había vivido directamente y segundo, porque lo importante
literariamente no era el inventario de muertos o descripción de los métodos de
violencia, sino la raíz de esa violencia y las consecuencias para los
sobrevivientes.
En
esos años el país sureño se estremecía y sangraba por dentro, su corazón estaba
herido y cojeaba con las desigualdades que dicho sea de paso, son relativamente
similares en cada uno de nuestros países.
Con LA VORÁGINE, se abre todo un mundo en la
narrativa colombiana, porque tenía el sello internacional.
Cabe
resaltar que históricamente en las luchas internas de nuestros países a nivel
regional, mucho ha tenido que ver el coloso del norte que entrenaba y producía
dictadores, algunos de ellos pasaron por la tenebrosa ESCUELA DE LAS AMÉRICAS, academia militar especializada para altos
oficiales militares instalada estratégicamente por los norteamericanos en las
riveras del Canal de Panamá y
bautizada por el ex presidente Jorge
Illueca como ESCUELA DE ASESINOS.
La misma fue cerrada luego de reiteradas protestas, pero se sabe que aún
funciona bajo otro nombre en los EEUU.
Su resultado se dejaba ver en la represión que ejercían sus egresados en los
distintos países hacia las clases populares. La primera potencia quitaba y
ponía presidentes en A.L. y muchas partes del mundo. Eran comunes las
dictaduras. Los intelectuales de ese entonces se hicieron eco del sentimiento
popular.
El
11 de octubre de 1968 en Panamá, se dio el golpe de Estado por parte de BORIS MARTÍNEZ, pero OMAR TORRIJOS hábilmente se adueño de
los créditos y se autoproclamó constitucionalmente en un acto sin precedentes
como Jefe máximo y plenipotenciario de la nación panameña. [2]
Sí,
el pueblo lo apoyó en su lucha por devolver la soberanía total sobre el CANAL DE PANAMÁ, porque retomó una vieja aspiración generacional:
Sacar la estaca del imperio del mero corazón de América.
Era
la época en que JUSTO ARROYO brilló con su narrativa; en poesía MANUEL
ORESTES NIETO, CARLOS ERNESTO CHANMARÍN, DIANA MORÁN y JOSÉ FRANCO autor del poemario PANAMÁ
DEFENDIDA, fueron premiados en el Concurso
Nacional de Literatura Ricardo Miró y otros a nivel internacional en el Casa de las Américas. Sus temáticas
gritaban a los cuatro vientos tanto nuestras costumbres como las injusticias.
En
un país más al norte, un ensayo de la familia mexicana escrito y publicado por
un norteamericano estalló en el panorama, LOS
HIJOS DE SÁNCHEZ causando un revuelo internacional.
El
uruguayo GALEANO con sus VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA puso de
relieve la explotación y saqueo de las riquezas en América.
Los
peruanos CÉSAR VALLEJO en poesía, CIRO ALEGRÍA con EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO y el nobel MARIO VARGAS LLOSA con LA FIESTA DEL CHIVO donde narra los últimos
días de la sangrienta dictadura del dominicano RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO, de quien se dice ordenó el asesinato a
palos de las hermanas MIRABAL conocidas
como “LAS MARIPOSAS” y fuertes opositoras a su régimen, escribían con
destacadas narrativas y daban certeros aldabonazos. [3]
Al
otro lado del gran charco, igual hubo un clima de revuelo. Se decía de un
hombre con estrellas en sus hombros.
“Caudillo
de España por la gracia de Dios” [4]
Y
también fue un hombre, pero de letras, el mexicano nacido en Panamá CARLOS FUENTES, otro representante de
esta corriente, quien no solo se refirió a la explotación del indígena en
México, sino que siendo embajador en la España de Francisco Franco, abrió las puertas de la Embajada para refugiar a
los perseguidos del régimen. Escribió a la ONU
protestando enérgicamente por la matanza de Tlatelolco
en México, renunció a su cargo y
condenó en artículos y ensayos las dictaduras.
Indudablemente
los intelectuales de muchos países marcaron el paso con sus bolígrafos o sin
ellos. Era lo que se respiraba.
Las
circunstancias y condiciones precarias de las clases más necesitadas, la
urgencia de una justicia social y el atropello de los derechos humanos, empujaron
por así decirlo a una literatura comprometida.
Para
ese entonces y siguiendo la misma línea. Una novela me llama la atención, MANCHA DE ACEITE de César Uribe, un
ataque directo al imperialismo donde el escenario son los campos petrolíferos
de Maracaibo.
En
éste marco surge tanto “EL CORONEL NO
TIENE QUIEN LE ESCRIBA (1961) como una de las novelas más renombrada de GARCÍA MÁRQUEZ, “CIEN AÑOS DE SOLEDAD”
(1967), netamente costumbrista con otros tintes. Siete años más tarde, otra novela hizo su aparición, EL OTOÑO DEL PATRIARCA (1975) que
reflejó el momento, todas hurgan temas de poder, violencia, soledad y tiempo
mítico entrando en raíces. En ésta última observamos que intenta humanizar la
persona del déspota, demostrar que solamente es un ser humano con debilidades y
preocupaciones. Claro que el punto de vista puede variar por cuanto se
considere al patriarca o dictador con un comportamiento que oscila entre lo
humano y lo bestial.
Un
ejemplo y sin restarle méritos a su actuación sobre el Canal, es el de TORRIJOS, quién decía de sí mismo:
“Soy
un dictador convicto, confeso y converso”
En sus
primeros años de gobierno eran frecuentes las desapariciones, como la del
sacerdote jesuita colombiano HÉCTOR
GALLEGO que con sus enseñanzas a los campesinos panameños de Santa Fe,
Veragüas despertaba la conciencia social colectiva y fue considerado una
amenaza. Años después, el General Torrijos cambió su accionar y se alternaban
órdenes violentas con buenas acciones a favor de los más humildes. Conocía sus
debilidades, por eso se rodeó de los intelectuales más granados del patio y
fortaleció su posición internacional buscando apoyo en figuras como: JOSIB BROS TITO, el líder yugoslavo del
movimiento de ese entonces los “NO ALINEADOS” y el popular FELIPE GONZÁLEZ, del PSOE Español.
“El
general tenía preocupaciones, la suya era firmar
un
nuevo tratado con los EEUU que fuese justo
y
ponerle fecha de cumpleaños al bochornoso
documento
que ningún panameño firmó”. [5]
Hoy
podía dar una orden violenta y mañana llorar al ver un chiquillo (escuincle o
chamaco) [6]
en la escuela sin haber desayunado.
Psicológicamente
muchos de estos dictadores tenían comportamientos bipolares.
En
definitiva, la narrativa de la segunda mitad del siglo XX demuestra que el
novelista en general comparte problemas cotidianos, entra a la problemática del
hombre moderno y es reflejo de su entorno.
Algunos
tratadistas mencionan la revista MITO
como importante influencia en la temática del Gabo. Para mí, esto es rebatible
y mera especulación.
En mi
opinión y la de muchos, los antecedentes histórico-políticos y la plataforma
ideológica sirvieron de fundamento y guía del pensamiento creativo para que la
literatura expresara realidades socioculturales comunes a nuestros pueblos.
[1] Carta de
Soltzhenitsin a la Unión de Escritores Soviéticos, 1967.
[2] Art. 277
de la Constitución Nacional de Panamá, 1972 en el cual se reconoce expresamente
al General Omar Torrijos como Jefe de Gobierno de la República de Panamá con
poderes plenipotenciarios.
[3] La Fiesta del Chivo, Mario Vargas-Llosa.
(Para conmemorar la muerte de LAS MARIPOSAS, la ONU
decretó el 25 de noviembre como Día
Internacional en contra del Maltrato a la Mujer)
[4]
Frase con que fueron grabadas las monedas en España.
[5]
“MI GENERAL TORRIJOS”, José de Jesús
“Chuchú” Martínez, panameño - nicaragüense PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS.
[6] Voces centroamericanas para referirse a los
niños.
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